viernes, 19 de junio de 2020

Las macetas y las tejas

Mi juventud son recuerdos de una jardín lleno de árboles y macetas.
Un jardín en el que mi padre y yo nos adentrábamos y por el que nos perdíamos ambos para que mi madre no nos riñera si nos veía fumar, qué buena edad!.  
Y no os podéis imaginar las de cosas que aprendí junto a mi padre mientras compartía confidencias con él y disfrutaba a su lado de su afición por la jardinería.
Afición que me ha costado mucho retomar porque cada vez que tenía entre mis manos una planta , lo echaba tanto en falta que se me quitaban las ganas y hasta me daba grima tocar esa tierra que me vuelve loca remover.
Pero... nos confinaron , y yo , además de con la pintura me tenía que entretener con algo, puesto que mis querido Ministro de Justicia me tenía desesperada con sus suspensiones y habilitaciones , y  tan desquiciada como asqueada de leer tantos Decretos.
Y así fue , que durante mis paseos por el jardín de mi padre y entre  excesos de añoranzas por él  ....comencé a retomar  sus gestos, sus consejos, sus manías y hasta sus excentricidades florares. Y así está siendo , como en mi pequeña terraza estoy tomando el relevo de lo que fue su bello vergel.
De él aprendí, que a las flores hay que hablarles, mimarlas, cuidarlas, darles su sitio, regarlas en abundancia ( digan lo que digan por por ahí) , trasplantarlas, cosa que me encanta , y... acompañarlas, que si no se ponen tristes y aburridas. Y no hay cosa más decrépita que una flor "aburría"  
Vamos , que hay que echarles sus ratitos. Esos espacios de tiempos que este tiempo atrás me sobraban y que ahora me los busco si hace falta hasta de horas de sueño.
Tener unas "flores" bonitas no consiste en tener buenas manos ni otros secretos,  sólo se trata de dedicación y  cariño. Lo mismo que para otras muchas cosas, aunque a veces no queremos verlo, sin ser conscientes de cuanto nos perdemos por ello.
Y ...una manía que yo tengo, y es que me gusta usar macetas "viejas". Como las tejas , esas que ya sufrieron el calor, el frío , el agua, y hasta los granizos si los hubo.   Esas que ya dieron hogar a otros y se reutilizan para crear unos nuevos. Esas, que me sigo trayendo de su jardín por que así parece que lo sigo sintiendo conmigo.
Yo me críe entre tiestos , estiércol, y dormía cada noche bajo unas tejas viejas. Unas tejas que llegaron cuando lo que iba a ser nuestro hogar se estaba construyendo, y con las que también aprendí que las arabescas de más de 100 años no sólo es que sean las mejores, sino que si ya han cumplido esos años, se convierten en piezas eternas...
Como mis recuerdos de él y mi amor por él.

Este fue el último árbol que sembramos juntos.
Besos al cielo, que sé me estás leyendo porque sé que te encantaba cuando yo escribía aquello de "con cualquier cosa estoy mona!", en ese blog que a diario me leías.



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