En esta sección iré eligiendo a personas interesantes con cosas interesantes que contar,a las que le formularé 7 preguntas ...
Y para mí es todo un honor comenzar esta sección con una de las peronas más interesantes que conozco,Pepe Arenzana. Quien nos va a regalar 7 respuestas a mis 7 preguntas sobre su último libro recién publicado. Ruanda.Cien días de Fuego.
Un libro que me ha fascinado.
Pepe Arenzana.
Un periodista con una larga y sorprendente trayectoria profesional sobre la que podría inundar este blog hablando al respecto. Un profesional valiente que ha vivido más de una guerra.Un experto en prensa, radio y tv ,que cuenta con miles de experiencias. Un escritor de prestigio y un lector empedernido. Un un pozo de sabiduría y una fuente de anécdotas.Una persona con criterio propio y una inteligencia descomunal.Un hombre honesto que se viste por los pies.Un Señor como la copa de un pino. Alguien... a quien admiro y del que estoy constantemente aprendiendo.
Las 7 preguntas
1.- ¿Un adjetivo para Ruanda?
P.A.- Bucólico... Precioso.
2.- ¿Qué sentiste al pisar aquella Tierra?
P.A.- Miedo y paz. El temblor y la paz que desprenden los cementerios.
3.- ¿Me defines ese miedo y esa paz?
P.A.- Había en el aire ese temblor que producen los camposantos al sentirte rodeado de los que ya no están.
El miedo no existe, es algo puramente subjetivo, semejante o asimilable a la sensación de que uno no debiera de estar allí. Y la paz interior de la que hablo es una especie, no de conformidad, pero sí de aceptación de lo que sucede alrededor.
El recuerdo que guardo, no sé por qué, es el de un país bucólico. Y recuerdo sentir ese choque, esa contraposición entre la paz y el miedo, entre lo bucólico y la brutalidad de lo que sucedía en aquel momento.
Allí, la naturaleza es de una belleza aplastante, que transmite paz, pero los sucesos de aquellos días te indicaban que no debías estar allí. Era un mar de sensaciones contrapuestas.
4.- ¿Qué aprendiste de aquella experiencia?
P.A. Aprendí que las apariencias engañan. Nada es lo que parece
Aprendí que la línea que separa la paz del horror es borrosa o no existe
Aprendí que la crueldad humana puede no tener ningún límite y que la insensatez occidental tampoco.
Y aprendí que no estamos llamados ni somos capaces de resolverle los problemas al resto del mundo. Esa es una falsa utopía, una ilusión que genera falsas esperanzas que pueden causar mucho daño al Tercer Mundo.
5.- ¿Qué borrarías de aquella experiencia?
P.A. No borraría nada, porque nada me causó un daño personal irrevocable. De lo sucedido lo borraría todo, claro, porque todo lo acontecido era un espanto, absolutamente abominable y prescindible para la historia de la humanidad. Los hechos fueron una aberración.
En cuanto a crueldad humana, creo que tal vez no haya nada comparable a lo vivido allí. Puede que en términos políticos tenga más trascendencia el exterminio practicado por los nazis sobre los judíos y otros grupos, puesto que supuso la industrialización del asesinato en masa, pero estoy convencido de que la crueldad y el horror desarrollados en Ruanda no tienen una analogía posible que yo recuerde en la Historia, porque supuso la participación de millares de individuos en matar uno por uno a familiares, vecinos, amigos... Profesores sobre sus alumnos, médicos con sus pacientes e incluso párrocos delatando a sus feligreses... Se transformaron en demonios que participaron en una masacre artesanal. En este sentido de la conciencia individual no hay un fenómeno superior al de la hecatombe ruandesa.
Es verdad que detrás había una maquinaria política que lo alentaba y lo preparó todo desde el poder, pero la ejecución se llevó a mano, a machete... Al menos en las Cruzadas no se conocían entre sí, no pertenecían a la misma familia.
He de decir en mi descargo que nada de lo que relato en el libro, nada de lo que vivimos allí, lo decidíamos nosotros. Estábamos a merced de lo que sucedía a cada instante. Cuando uno construye un relato tal vez puede aparentar al lector que quien relata es el protagonista, pero no es así, es sólo un testigo condicionado y a merced de los hechos que ocurren alrededor. Me gustaría pedir disculpas por adelantado, por si alguien pudiera hacerse una idea equivocada sobre esto.
6.- ¿Me cuentas una anécdota que no esté incluida en el libro?
P.A. En el libro no cuento que le dejé a deber unas llamadas a través de un teléfono vía satélite que me prestó un monje, un carmelita descalzo que nos acogió en su Carmelo, en Goma. Me comprometí a devolverle el importe de aquellas tres llamadas, unos 30 dólares, que me permitieron contactar con un par de periódicos españoles para vender mis crónicas desde allí, pero nunca lo hice. Seguro que me lo habrá perdonado.
Me parece que en el libro tampoco cuento que no querría haber visto aquella tragedia nunca y, aunque no reniego de la experiencia vivida, ojalá no hubiera sucedido jamás
Y algo a lo que creo que no he prestado la suficiente atención en el libro es a la belleza abrumadora de aquellos paisajes: las infinitas colinas sembradas de té, la niebla, los cien tonos del verde, los mil sonidos de la selva, un lago de color esmeralda en el interior de un cráter, la luz de los volcanes iluminando las noches, como a punto de escupir fuego... Una belleza conmovedora, donde desearías escuchar a Mozart y a Bach.
7.- ¿Volverías?
P.A. Claro que sí. En ello estamos.
Al terminar de intentar anotar cuanto me decía, sobre un folio repleto de palabras escritas por cada rincón, como esos papeles donde el escribía sus crónicas de Ruanda.... me dije ,"aquí llevo oro molío!".
Gracias por dedicarme este tiempo, Pepe Arenzana.
Ruanda. Cien días de fuego
con cualquier cosa estoy mona
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