Cada noche ella recibía un beso.
Un beso que no venía en forma de cuatro letras, sino envuelto en un bello conjunto de palabras, como si de un precioso regalo se tratara.
Un regalo , en el que se describía un beso que a ella le llegaba al alma. Un regalo , con el que ella sentía el beso como si se lo dieran con todas las ganas.
Así sucedía cada noche . Mientras ella lo esperaba , sin cerrar sus ojos hasta que ese beso la acariciaba.
Y si alguna noche el sueño la vencía porque el beso no llegaba , por la mañana se lo entregaba el aire que la despertaba.
Y así las noches y las noches , y así los días . Así los besos y los besos , así las ganas, las ilusiones y los sentimientos.
Hasta que un día , nunca más, ni antes de soñar ni al despertar, pudo imaginar como esos besos rozaban sus mejillas.
Porque un día, esos besos , simplemente dejaron de llegar.
Al parecer , de ésto hace ya mucho tiempo.
Pero, ella me cuenta que todavía , mientras cada noche espera el sueño , abre el cajón de su alma y continúa recordando aquellos besos que aun le quedan dentro.
Sin embargo , yo sigo creyendo , que cada noche ... ella continúa esperando ese beso.
Como sigo creyendo que "con cualquier cosa estoy mona!".
Y como creo que esta es una de las historias más bonitas que me han contado , mientras ambas paseábamos por la aldea del Rocío.
Una historia, que no sé por qué ... hoy he vuelto a recordar.
Besos
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